martes, 27 de mayo de 2008

Columpio



La luz era tenue, pero todavía suficiente para ver con nitidez. La luna estaba naciendo y su presencia arrojaba cuchillas sobre toda la planicie.
Debajo de la encina la humedad apenas era unas gotas de escarcha temprana y el columpio se mecía ligeramente con el viento que bajaba ladera abajo, desde el emplazamiento de la cabaña.
El sendero estaba marcado por la memoria. Descendía desde el porche y daba un brusco giro al pasar por el tronco cortado para seguir recto hasta la encina.
Tantos atardeceres como aquellos habían dejado su huella.

Tino, me toca. Venga, no seas así. Lo quieres todo para ti. Vamos primo que yo también quiero.
Me gustaba mucho balancearme en el columpio antes de cenar, sobre todo si Tino estaba haciéndolo.
No abuses porque seas mayor, sólo tienes tres meses más que yo, ¡¡soplillo!!
Corro hasta que enterrado entre las piernas de mi madre me siento seguro, allí no se atrevería a pellizcarme.

A escondidas íbamos al pozo que había detrás de la casa; yo era un soldado y Tino mi capitán, estábamos al cuidado del túnel secreto por el que los hombres del otro lado del suelo querían entrar.

Yo quiero ser el capitán ahora, que tú ya lo has sido mucho rato.
Estaba asomado en el pozo escuchando su propio eco y se reía de mis pucheros. No pensaba dejarme ser el capitán, él quería ser mi jefe todo el tiempo y yo no podía dejar que me avasallara, además, papá decía que hay que ser fuerte y luchar por lo que uno quiere, así que deseé que Tino cayera por el agujero, sólo lo deseé, lo juro, no lo empujé, sólo me apoyé en él para hacer ecos, se cayó solo, en silencio.

Se cayó solo, se resbaló. Él era el capitán, yo sólo quería hacer ecos.

Me gustaba ese columpio más que nada, más que el pozo y más que las natillas que hacía mamá.
No sé donde está, papá, no quiere columpiarse conmigo. Se fue al pozo pero a mí no me gusta el pozo, papá.

Pobrecito primo Tino. No me dejaron verlo.

No me gusta esta habitación, me gustaba más mi columpio, por qué se quemó, me gustaba mucho, el árbol también se quemó, pero los pajaritos se habían muerto y el primo Tino también, ya no servía para nada.
Por qué se quemó la casa, por qué no se despertaron papá y mamá. Querían dejarme solo.

Quiero irme, quiero mi columpio en mi encina, quiero a mi primo y a mis padres. Por qué me han dejado solo.

3 comentarios:

Antonio Alonso dijo...

Gracias amigo,te agradezco el cumplido, visitaré los tuyos, ya he visto que son varios.

ME dijo...

angustioso... o sera q me angustio facilmente
pero no es una angustia oscura...
buen escrito
abrazos

Antonio Alonso dijo...

me alegra que estés de vuelta, ya hace días que no apareces por aquí, y ya me acostumbré a tus visitas, espero que todo vaya por buen camino y que no eches de menos, sólo recuerdes. un abrazo.